Además del teatro, una de mis grandes pasiones es el ciclismo. Soy del Estado de México y cuando llegué a vivir a la Ciudad de México –todavía Distrito Federal– me di cuenta de que vivir en la ciudad no era tan fácil como yo creía. Llegué a vivir a un edificio sin estacionamiento y con un coche qué mantener. Sí, salía carísimo estar gastando tanto en gasolina, estacionamientos, refacciones, verificación, tenencia… Así que me deshice del coche y comencé a usar el servicio de Ecobici.
Al poco tiempo adquirí mi propia bicicleta, Utopía, un vejestorio usadísimo sacado del patio trasero de alguna casa donde el abandono hizo de las suyas. Fue una ganga del mercado de la Portales, a la que le tuve qué comprar todo nuevo. Se las presento:
Pedaleaba feliz en mi Utopía cuando conocí a un grupo de chicas que andaban rodando por las calles con mucho estilo. Eran Insolente, un colectivo del que formé parte por varios años y donde desarrollé un proyecto al que bauticé como Teatro en bici.
A veces no nos damos cuenta de la cantidad de tiempo libre que la gente citadina tiene. Podría pensarse que no es verdad, que todo el mundo siempre está muy ocupado y corriendo, pero la realidad es que no es así. Conocí a muchos ciclistas urbanos que se reúnen por las noches sólo para andar en bici y hacer suya la ciudad. Claro que, después de unos cuantos recorridos, la cosa de sólo rodar por rodar, pierde algo de sentido. Lo que realmente une a esos grupos es la gente: comienzas a hacer amigos, a encontrar más actividades y haces comunidad.
Encontré montones de similitudes entre el teatro y la bici: puedes andar el camino solo, pero siempre es mejor hacerlo en grupo, así sueles llegar más lejos; ambas cosas te obligan a poner atención, a estar en el aquí y el ahora; las dos actividades se relacionan con el tiempo libre; entre más los practicas, mejor te sale; en cualquier momento puedes caerte, le pasa hasta a los más experimentados.
Pero regresando a lo del tiempo libre, me di cuenta de que los ciclistas buscaban otras actividades además de rodar y comer, fue así como se me ocurrió empezar a llevarlos al teatro. Para ello, hablé con gente del Centro Cultural del Bosque, quienes ofrecieron descuentos para nuestra primera rodada y viendo la buena afluencia. Finalmente, implementaron un programa todos los viernes que se llama “Al teatro en bici” que sigue vigente hasta el día de hoy.
Tampoco es que yo haya hecho nada nuevo, esta iniciativa comenzó en Jalisco como por ahí de 2010 y ha tenido un éxito bárbaro. Creo que mi proyecto nunca ha tenido tanta afluencia como el de ellos, incluso he visto que tienen préstamo de bicicletas y apoyo institucional, hasta con patrullas protegiendo al contingente ciclista. Este es su logo:
Nuestra primera rodada de Al teatro en bici DF fue para celebrar el 14 de febrero, Día del Amor y la Amistad y vimos el monólogo La pequeña habitación al final de la escalera donde Karina Gidi estaba espléndida. Además de Insolente, el grupo ciclista que nos acompañó aquella ocasión fue Cletas Verdes, grandes amigas que llegaron rodando desde Cuautitlán Izcalli, Estado de México. Aquí una foto de aquel inicio.
Después estuve haciendo estas rodadas de forma mensual. Debo ser honesta, por esos días no tenía mucho dinero, a veces ni siquiera para ir a ver obras. Lo que más me gusta del teatro, por sobre todas las cosas, es verlo y nunca tenía dinero para asistir. Tengo un dicho que me repito siempre como mantra que dice “hasta lo que sale mal, sale bien”. Me gusta aferrarme a una actitud positiva ante la vida y darle la vuelta a las adversidades, aún cuando éstas luego te hagan caer en baches en el camino. No queda más que levantarte y seguir tu camino. Como en el teatro, como en la bici y como en la vida.
Así que de mi falta de recursos, armé todo un proyecto para generar nuevas audiencias. Hasta el día de hoy, esas personas van a ver mis obras cuando los invito. Más que público, son mis amigos y me encanta que disfruten de mi trabajo. En otra entrada les cuento más de la evolución de este proyecto que tengo muy abandonado. Sin embargo, la bicicleta está presente, de una u otra forma, en muchas de las piezas que escribo.
Ahora ya saben cómo surgió esa idea en muchos teatros de ofrecer descuentos a ciclistas. Esta profesión tiene un montón de limitantes, pero el teatro no se hace solo y sólo generando comunidad es como se gestan los grandes cambios. Y eso, lo aprendí más del ciclismo que del teatro.